viernes, 8 de septiembre de 2017

Homilía del Abad General en la apertura del Capítulo General de 2017

En las palabras introductorias de la carta a los Colosenses, aprendemos algo del gozo de S. Pablo por los cristianos de Colosas, los santos,  su fe en Cristo, su amor por la comunidad de creyentes y su esperanza por un futuro con Dios en el cielo. Ellos, al igual que el mismo Pablo comprendieron que la gracia de Dios es realmente el ser salvados por Él, no por nada hecho por ellos, sino por el generoso amor de Dios. El mensaje del amor de Dios por nosotros es la verdad que posee S. Pablo y por ello se regocija tanto cuando conoce lo que significa ser amado por Él. Puede confiar en la bondad de Dios, porque la ha conocido en su vida. Y de ese modo la puede ofrecer a otros con seguridad. Pablo no habla de una teoría sino de una experiencia, una experiencia que se ha adueñado de toda su vida. Se sabe amado por Dios y esa es su vida, y quiere comunicarla a otros  para que ellos también tengan vida verdadera. Y del mismo modo que Jesús antes que él, es enviado como apóstol de la bondad de Dios que todo lo ha creado.

La intensidad de Pablo puede a veces ser disuasoria para nosotros al sentirnos de algún modo abrumados por ella. La lectura del Evangelio nos ofrece en la persona de Jesús una entrada más suave de Dios en nuestras vidas. Jesús viene a nosotros, ciertamente enviado por Dios y  lo vemos bajo una presencia sanadora curando a la suegra de Pedro. Pero hemos de recordar también que esa curación es una lucha contra el mal. La fiebre es reprendida y la deja, de modo que curada y recuperada se pone al servicio de Jesús y sus compañeros. Esto nos muestra en una clave más humilde cómo la buena noticia nos libera para el servicio a los demás. Se trata de una respuesta a la bondad de Dios para con nosotros. 

Al atardecer, pasados el calor y el trabajo, La gente viene con sus sufrimientos y enfermos y los presenta a Jesús para ser curados, cosa que Él lleva a cabo y los libera del maligno. Pero a la mañana siguiente está de nuevo en camino pues tiene la misión de ser enviado a proclamar la buena noticia y debe seguir adelante con ello, su propia misión.

Nosotros vemos en Jesús y  en Pablo el servidor de Jesús, al Espíritu de Dios en acción, predicando, enseñando, curando y dando nueva vida. Pedimos que el mismo Espíritu pueda hacer nuestro trabajo  agradable a Dios, bendecir nuestro Capítulo, nuestro trabajo y nuestra fraternidad y llevar a cabo sus planes para con nosotros.